miércoles, 26 de noviembre de 2008

PUEDE QUE MI DESTINO SEAS TU


Me asusta pensar que en realidad no tenemos un destino. Que el destino se forja eslabón a eslabón, dónde la suerte y la casualidad no tienen nada que ver.


Me aterroriza pensar que en realidad si tengamos un proyecto de vida escrito en alguna parte, en cuyo caso no somos más que meras marionetas incapaces de transformar nuestra propia realidad, o de adaptarse a ella si por alguna extraña razón no estamos de acuerdo con el mundo que nos han concedido.


Todos hemos escuchando historias acerca de quien no acepta lo que le toca vivir, leyendas sobre valientes que retan a todo el que se cruza en su camino con tal de tener la libertad de elegir por si mismos, cuentos de moras enamoradas de cristianos, diarios de pasiones turcas, fábulas con muertes sin sentido: la esencia misma de la vida con todas sus vertientes y decisiones.


Si el destino estuviese realmente escrito, no me tendría que molestar en llorar, en reír, en suspirar...Solo necesitaría aceptar el conformismo que me llevaría a ser feliz con aquello que veo cada día a mi alrededor. Y sin embargo "puede que mi destino seas tu" y eso ayude a que todos mis temores y aciertos se reafirmen como válidos. A que todos los matices de tu mirada verde agua pinten ese nuevo universo desconocido para mí; que se traduce en deseo, en tu deseo, en tus besos, en tu risa. En mi universo paralelo, en mi otra constelación.


Puede que el haberte conocido sea parte de un plan preconcebido por una fuerza superior que sigo sin lograr entender. Puede que el haberme despertado en tus brazos haya abierto una puerta giratoria que logre traspasar esta vez. Puede que ahora, trás sentir tu ausencia y tus caricias, trás haber vivido tus mismas ilusiones a la orilla del mar, trás haberme inspirado por tus besos a cada minuto....Puede que ahora acepte ese destino, si tu formas parte de él.


Quisiera regalarte sorpresas todos los días, quisiera entregarte palabras impresas en cartas de amor nuevas cada amanecer. Quisiera susurrarte al oído los secretos que pueblan mis noches, quisiera darte momentos incomprensibles, instantes inolvidables de calor, quisiera inventar un aroma nuevo para cada día a tu lado.


Puede que el haberte encontrado sea mi scalextrix de navidad. Puede que escriba un libro nuevo si tu me ayudas a imaginarlo capítulo a capítulo.


Seguiremos cantando canciones de amor formando dúos indestructibles con coros de sabores dulces y salados. Seguiremos jugando a palabras encadenadas y buscando un final feliz. Seguiremos siendo nosotros, no en tu universo, ni en el mío; seguiremos siendo tu y yo dibujando esa vía lactea que añoro cuando no estás, y que he visto por primera vez al conocerte.


Seguiremos latiendo con nuevas sensaciones; seguiremos paseando junto a océanos de estrellas. Seguiremos suspirando a voces por laberintos y escenarios.


Y al final , puede que el destino sea nuestro.


martes, 25 de noviembre de 2008


"Recupero del pozo del recuerdo una de las historias más bonitas que he vivido, uno de los momentos más bellos que he tenido, uno de los amores más sinceros y más libres que he sentido. Tal vez ahora no serían los mismos nombres, ni los mismos instantes; tal vez mañana sienta el deseo en alguna otra habitación"




La habitación del deseo olía a ti; olía a ti empañado de sudor. Olía a los besos que me regalabas, y olía a tus manos sujetando mi cabello conformando un recogido perfecto.
Yo con millones de horquillas y nunca lograba terminar de peinarme de la misma forma.

La habitación del deseo era cualquiera dónde tu paseases tu pelo desordenado, dónde tu tocases una canción de Manu Chao con tu guitarra o donde te rieses cantando un tango con el aroma de tu seducción inacabable, de tus ritmicas palpitaciones, o tan solo de tu respiración.

Sabías siempre como decorar ese cuarto, a veces con dulzura, y a veces con impaciencia, pero siempre con lo que más te caracterizó; con una ternura que me hacía sentir única y deseada, única y empapada en tus palabras, única y siempre tuya, un día y otro, y otro más.

Al principio, nunca consideré el darle nombre a ninguna estancia de la casa, hasta que te conocí y formaste parte de ella. Una parte importante, que contaba historias, repartía anecdotas, y sonreía diciendome que tenía entradas para un concierto. Lo hacías para chincharme, y al final confesabas que una entrada siempre era para mi. Entonces los cuartos adquirían vida propia, y se convertían en la habitación de la risa, en la habitación de la pasión, en la habitación del arte, de los sueños, y siempre siempre en la habitación del deseo.

Lo que más recuerdo de ti eran los reencuentros. Cuando volvía tras el verano, y quedabamos en el Manhattan. Cuando me abrazabas y me decías “Niña, creí que ibas a abandonarme esta vez”.

Dio igual siempre lo que nos hubiera pasado, las pasiones que hubiesemos compartido, los besos que nosotros hubiésemos olvidado. Era como volver a empezar a tener algo demasiado importante como para definir. Y ahora veo que son demasiadas cosas, y demasiados detalles tuyos en mi memoria como para poder describirlos aquí. A veces, cosas sin importancia, a veces destellos imborrables, a veces, David, momentos tan perfectos que ni en mil años seríamos capaces de reproducir. Tu mirada al amanecer, la forma de deshacerte de mi ropa, la dulzura al bailar, los besos tras hacer el amor, la complicidad ante el resto del mundo, la plaza, el banco, la discoteca del concierto, tu sudor, mis quejidos, tu aroma, el susurro suave de tus canciones, las letras que solo me tocabas a mi….no, no puedo , no quiero seguir.

Y es que debo confesarte que nunca más me he atrevido a ponerle nombre a ninguna estancia.

Me cuesta escribirte esta carta para decirte por primera vez que te quiero, y que siempre te he querido. Que las cosas, David, no pasan porque si.

Se que yo he sido la que se ha marchado y siento no haber podido enviarte una señal, algo que te hiciese pensar que seguías en mi mente. Algo que se que buscaste por todas partes, y yo no te supe dar. Y el destino me envió a un cuarto sin sonrisas, y sin deseo. En definitiva, a un cuarto sin ti. Y voluntariamente; si es que a veces peco de tonta.

Puede que nunca leas esto, puede que tan siquiera lo envie, y puede que esto solo sea una historia con un final abierto, o que nosotros lo hayamos cerrado hace mucho. Quizás no siempre queden cenizas dónde hubo llamaradas hace tanto. Quizás se haya cerrado la puerta de acceso a aquella habitación. Y tal vez en ese piso ya nadie bautice las estancias.

¿Recuerdas la forma tan tonta de conocernos? Un banco en la plaza roja y una cita a ciegas. Y desde ese momento creí a pies juntillas lo que contaban los libros de las grandes pasiones…hubiésemos sido Romeo y Julieta, tal vez sin suicidio final.

Sentado en el banco con el pelo revuelto, esperando que llegase tu momento. Mi mente no llega a poder contar las anecdotas de un modo lineal, con su principio, nudo y desenlace. Recuerdo momentos, flashes en mi mente, recuerdo las forma de tus manos, tu voz, tus silencios, tu respiración.

Una cita a ciegas, e inseparables, y quien lo iba a decir. Al final creando tuneles perfectos, escaleras de colores brillantes como tus ojos. Y escondiendonos en el universo paralelo de las habitaciones con vida propia.

La habitación del deseo es para mi la frase de esta semana. La frase por la que debe comenzar esta historia con final abierto. La habitación del deseo es una invención, un cuarto inexistente, o quizás un cuarto que se ubica en cualquier lugar.

La habitación del deseo, David, solo existe si estás aquí.





La vida es como una noria; que ayer giraba todavía más deprisa que hoy dejándome unas veces abajo y otras veces arriba, viéndolo todo desde un techo plagado de estrellas brillantes, o cayendo al vacío en picado sin ningún tipo de arnés de seguridad.






La vida es como una partida de póker. Puedes empezar con una mano de escalera de color y acabar perdiéndolo todo por no saber asumir que dobles parejas sin ningún reconocimiento han sido sólo un farol que no has defendido con la suficiente maestría. Y la suerte es vital, o no tiene nada que ver. La eterna pregunta: ¿son más importantes las cartas o la habilidad para derrotar al contrincante?.






La vida es como un zig-zag, con momentos tan bajos que recuerdan a sentimientos sumergidos, y con puntos tan extremadamente álgidos, que ni todo el dinero del mundo podrían llegar a pagar.






El amor es como la vida, y si enamorarse es el punto álgido; supongo que el no saber si lo estás o si te corresponden es la derrota más amarga que te puedas encontrar.






Y gira la noria y te deja flotando un instante en el cielo; y gira la noria y te arrastra hacia el subterráneo causando el miedo más atroz y terrible. El miedo inexplicable de problemas sin solución que a veces sólo existen en tu cabeza. El miedo diario de una lucha interna que no conoce ningún tipo de final definido.






Supongo que uno de mis terrores preferidos es el conformismo. Me derrota por no saber ser feliz con lo que tengo y seguir deseando la utopía de lo extraordinario, de lo sublime, de lo perfecto; sabiendo que casi nada lo es. Me derrota por verme derrotada y acabar aceptando un futuro que no me he imaginado aún.






La vida es como el amor: un juego en el que todos tenemos el mismo número de cartas, y es el instinto o reflexión lo que nos enseña a jugarnoslo todo, o a saber retirarse a tiempo.






La vida es como el amor, donde ha llegado otro día a mi presente, dónde soy incapaz de vivirlo sin imaginar un futuro o temer un pasado; sin imaginar tus labios en mi cuello o temer que la mujer en la que me he convertido no sea suficiente esta vez; sin imaginarme como la mujer de tu vida o temer ser la ratita presumida que ya no puede sorprenderte más.






Me derrota que una habitación del deseo no sea suficiente; me derrota no poderle poner un nombre a lo que siento y no puedo explicar. Me derrota no poder explicarlo, porque sonaría demasiado poco sutil. Me derrota la ausencia de palabras, de hechos, de circunstancias.



Me derrota necesitar que seas tu quien me ayude a bautizar algo nuevo que yo espero que forme parte del futuro, aunque aún no sepa vivirlo; tal vez porque aún no se nombrarlo, porque tu no sabes definirlo, porque una noche, porque dos días, porque mil horas no acostumbran a llenar ninguna maleta de salida.






La vida es como una noria, dónde lo único seguro es el movimiento; dónde lo único factible es el vivir cada instante como si fuese el último; dónde los instantes sin aliento son los que cuentan, donde afortunadamente las medidas no son sólo el número de veces que respiramos.






La vida es una sucesión de instantes, personas, miradas, y caricias que nos marcan; que nos destruyen o nos enaltecen, que nos suben o nos bajan a velocidades indescriptibles. Y gira la noria, y continúa la partida. Con derrotas reflexivas o aciertos instintivos.






Con instantes que me marcan, y no puedo definir.









lunes, 17 de noviembre de 2008

UNA TARDE EN EL UNIVERSO DE TUS BESOS Y CARICIAS




La última vez fue en los acantilados de Meirás.
Volverían a pasar dos semanas o dos décadas para sentirme observada por tu mirada de niño bueno que nunca ha roto un plato.




La última vez fue en una playa; en una estación; en un encuentro de besos callados que me hacían gritar. La última vez gritaba en silencio que no quería despedidas. La última vez pensaba en lo difícil que se me hacía aceptar todo tu adios.




Y de nuevo ahora, regresos junto al mar de una ciudad que sigue sin gustarme. Regresos a una orilla que siempre me recibe con su particular visión de un amor que nunca lo será. Bienvenidas a un mundo que me seduce si lo veo de tu mano, y aún así me asusta hasta el punto de ser más fácil para mi el romper una lanza en mi contra.




A veces siento no ser yo la que te sirva sopa de sobre, o la que te invite a pasear por la luna de noches nuevas. Alguna vez siento ser yo la que te pida en cada momento una dedicatoria diferente, o un universo que tu sólo puedes darme si yo olvido a veces que existe.




Y finalmente, soy yo la que llega con la marea y se marcha con la tempestad del pudor que hemos dejado atrás una tarde de domingo.




Y finalmente sigo siendo yo la que se va con el sabor agridulce de no saber si nos une algo diferente de una relación a tiempo parcial que tendríamos que definir por contrato.




No se; se que lo único fácil es no complicarlo; se que lo único correcto es dejarte pedir otro segundo plato; se que lo único factible es que esto siga sin definir aunque corra en nuestra contra.




Se que volveré a pedirte que entres en esa otra constelación que me caracteriza, y que vuelvas a compartir conmigo tu universo de besos y caricias.




Esta vez ha sido sin acantilados, aunque a veces tus ojos siguen dandome el mismo vértigo.