miércoles, 29 de abril de 2009



Dime algo en francés”



La vida no es significado; la vida es deseo



Las palabras llegaron, como si tal cosa, cuando dejó de buscarlas. El invierno había sido tan rudo y tan frío, que todo en ella estaba ya congelado; su mente, su inspiración, el orden de las cosas que sin querer había establecido. Si, a pesar del caos, existía un mismo procedimiento extraño de actuación.

Hacía tiempo que la artista en la que se había convertido poco tiempo atrás, había dado paso a otra mujer diferente hasta para ella, que reía irónicamente cuándo debía estar sería, y lloraba en todas las fiestas a la que la invitaban como superstar. Como la musa de los hombres de la foto. Como el personaje que a veces seguía representando.

Y abril llegó sin pena ni gloria. Ojalá Joaquín Sabina hubiera robado ese mes que guardaba en el cajón. Pero abril quedó inmóvil, paseando sus noches y sus días por el alfeizar de la ventana. Si no existiese abril, no se hubieran conocido; no habría historia, y no habría vacío. Seguiría imperando un desorden sin palabras, pero suyo y propio, al fin y al cabo.

La forma de comenzar había sido extraña. De estas cosas en las que nunca hubiese creído, o de las que se hubiese burlado prometiendo que nunca se permitiría pasar por una situación similar.
Internet había sido la clave para encontrarle. Michel Polnareff de nick, como el cantante francés. De Paris , la ville d’amour. Profesor universitario de 35 años y aficionado al atletismo. Inteligente, atractivo, y con una sonrisa tan dulce que hubiera conseguido que cualquiera se aficionase al bavarois de chocolate, mientras fuese de su boca.
Por el chat tan sólo unas frases, las justas como para saber que una cita era sólo un empujón del destino. Al menos ella lo veía así.

Michel la recogió en su coche; ella llegaba nerviosa y con paso rápido, y al verla de lejos, él la reconoció al instante y bajó para abrirle la puerta y presentarse debidamente.
Bastó una amplia sonrisa y un “hola, soy joseph” para que una horrible sensación de calor, de frío, de frío y de calor se apoderara de ella. Hacía poco tiempo, había leído un libro dónde la protagonista conocía al hombre de su vida. Suerte que en los cuentos las cosas se vean algo más claras que en la realidad. No tanta suerte que la del francés fuera su cuarta cita aquella semana sin haber experimentado ningún tipo de sensación trascendente, más allá de unas risas, unas cañas, unos besos o una noche de pasión y sin estrellas; una noche difusa, que se decide libremente pero que ya ni se confunde.

Iban en el coche, casualmente el coche por el que ella había suspirado en un concesionario cercano a dónde finalmente adquirió el suyo. Y en el coche, la sensación de frío, y el calor, sofocante, como de una noche de finales de julio.

Llegaron a un bar y se sentaron muy cerca, sonriéndose como tontos y esperando tener una señal que les llevara aún a menos centímetros. La vida de Joseph entre viaje y viaje, era tal y como ella querría haber vivido la suya; “dime algo en francés” le pidió; y él susurró en su oído un poema apenas imperceptible e imposible de entender. Más calor, más frío, la piel tiritaba y la hacía estremecer con su aliento, con su voz, con su mala pronunciación de la r, o con su silencio aterrador.
Joseph se reclinó en su asiento:
-Tengo ganas de besarte
-Y que pasa, ¿qué vas a pedirme permiso?

No hubo peticiones, ni besos robados; tal vez una unión de labios que no volvieron a separarse hasta que se despidieron con un “felices sueños” en el portal.

Ella siempre sintió la incertidumbre de no poder darle un significado a un beso. Quizás no lo tenía. Tal vez había sido sólo eso, un beso. Tal vez ese beso le había dado las palabras que necesitaba para escribir una nueva historia. Tal vez requería esa tristeza, esas dudas, esas ganas de llorar y ese frío y calor, pegajoso, intenso....para relatar otro mes de abril en su cuaderno del colegio.
Tal vez necesitaba momentos de nostalgia para rescatar a las musas de su letargo hivernal. Tal vez, las palabras solo llegaban cuándo eran imposibles de encontrar.

Y cuando llegó el vacío, llegaron las letras atropelladas a millares en su cabeza, formando las frases más inconcebibles y más inconfesables. Las letras que nunca explicarían el significado de ese beso, las letras que nunca serían capaces de definir una continuación. Esas letras, que sin escrúpulos explicaban que nada tenía un significado literario suficiente como para recrear ningún ensayo sobre la vida.

Las musas despertaron cuando no había nada que decir, y volvieron a llenar el final de abril esperando que la nostalgia no despertara a mayo. Y no sabiendo que la primavera sólo duraba un segundo, aunque ella quisiera escribir la canción más hermosa del mundo.

lunes, 20 de abril de 2009

EL CICLO DE LA VIDA







Hace mucho que no escribo. Será que no me visitan las musas. Será que hay días en que, como hoy, no logro ordenar en mi cabeza todo lo que quisiera decir.




La vida sigue pasando, y me falta un mes para los 30. Poco a poco y en ciertos aspectos logro ir haciendo las cosas que quería; pero en otras facetas de mi vida sigue todo demasiado desordenado y confuso, demasiado caótico y a menudo demasiado equivocado. Trato, como le digo siempre a Laurita, de apartar las cosas y las personas que me quitan la energia y me pesan como losas; pero a veces ciertas losas van unidas a nosotros mismos, y no se puede más que aprender a vivir con ellas.




Hace unos meses tuve un reencuentro en mi vida, un reencuentro tan importante y de una persona tan vital para mi, que me entristece en parte; ya que tengo que asimilar que las cosas no siempre son como fueron en el pasado. No, no estoy hablando de un novio, pero si de alguien a quien quiero con mayor profundidad de la que puedo digerir.




También sigo como no, gozando de ciertas casualidades, o causalidades, como decía alguien que ya no importa; sigo teniendo días mejores y días peores, sigo intentando sonreírle a la vida, y sigo intentando ser yo minuto trás minuto; aunque como dicen en el teatro, seamos la mayoría del tiempo meros personajes.




Sin embargo, hay algo muy fuerte que ha cambiado en mi, no se en que momento, y no sabría decir ninguna razón; pero los motivos que antes necesitaba para mover pieza en alguna de las partidas que juego diariamente ya no me bastan. Ahora busco algo diferente. Como cuando voy de compras y creo mentalmente el vestido perfecto que luego no logro encontrar en ninguna tienda. Lo reconozco, yo no siempre soy de aplicaciones prácticas.




Sabina diría que "nos sobran los motivos" y a mi sin embargo me faltan, tal vez porque sigo esperando " que todas las noches sean noches de boda y que todas las lunas sean lunas de miel". Y continuando en la misma línea musical, cabe decir que ya predijo Rosana que "el mundo amanecería repleto de lunas rotas". Aunque claro, luego escribió "Luna nueva". Toda una contradicción; o un ciclo lógico, según se mire.




Si Isabelita leyera esto, me advertiría que puede ser alzheimer, algún tipo de enfermedad que me impida ver las cosas con sentido. Se que el sentido solo existe si nosotros lo encontramos. Y para mi , ese es precisamente el problema; no se me da bien el escondite. Ni siquiera la gallinita ciega. Y hay cosas que aunque tienen sentido para unos, no lo tienen para mi; o viceversa.






Algún día traduciré en un libro todos mis pensamientos atropellados, si es que dos o tres litros de café me permiten ordenarlos o clasificarlos en colores. Colorterapia de otra constelación.






A veces creo que lo único acertado de este blog ha sido el nombre.






De todas formas, mañana es otro día y el sol de nuevo brillará. Y nunca es demasiado tarde para vivir.