miércoles, 24 de septiembre de 2008

UNA TARDE EN LOS ACANTILADOS DE MEIRÁS


Yo no era su tipo. Nunca lo fui. Más tarde descubrí que su prototipo ideal de mujer era Naomi Campbell; vaya, lo más contrario a mí.


El tampoco era mi tipo; demasiado delgado, demasiado alto, semblante demasiado serio y encima demasiado lejos; demasiado liado, con demasiadas cosas que me alejarían si las pensase con la cabeza; pero me hipnotizaban sus ojos.


La manera de conocernos? Atípica; El amor a primera vista? Supongo que inexistente; no lo sé; cuesta definir los principios incluso a veces más que las segundas partes.


Pensé no volverle a ver cuando se fue de mi cama mientras su olor siguió acompañándome todo el día. Casi me caigo de su moto, casi me uno a su retirada; y él se fue, porque se iba y porque tenía que irse. Porque una noche no variaba ni sus planes ni los míos.


Pasaron un par de semanas , y me vi a mi misma camino de Ferrol con una invitación en el bolsillo, y una sola intención: verle de nuevo.


Y lo que vi me gustó más de lo que en un principio había llegado a intuír: las playas, los acantilados dónde me aterraba estar, los vinos en los baretos de Ferrol, los besos durante todo el día. Y la despedida en la estación de una ciudad que nunca me gustó, y que empezaba a tener su encanto.


Volvieron a pasar dos semanas; y esta vez el que vino fue él. Solo me dijo "tengo algo para tí" y me trajo un libro que había empezado a leer en su casa de la playa. Un detalle que olía a él, y que solamente podía ser de él. Un concierto, y de nuevo una misma cama para ambos; pero sin tener asignado un lado en el que dormir.


Pero se fue otra vez, y supongo que volverán a pasar por lo menos dos semanas. O dos meses. O dos décadas. Para volver a sentirme aterrada en los acantilados, para recordar que a veces las cosas mejoran con el tiempo, o para intentar olvidar que yo no seré tu tipo jamás.

lunes, 15 de septiembre de 2008

DISTANCIA

“No es ni regalo ni declaración; solo un guiño para cumplir un único deseo: que sonrías esta noche, y mil más”








Complicado definir la distancia. Los metros que nos separan los unos a los otros; para unos un par de metros pesan una eternidad; para otros mil kilómetros significan sólo una hora de avión y un encuentro inevitable.
Las distancias no son ciertas; solo se crean y se transforman. Solo separan o unen, dependiendo de quien defina cada concepto. No es verdad que estemos separados por el espacio y por el tiempo, realmente estamos sólo a un clik de distancia, y eso no es mucho.

Las distancias no son verdad; el tiempo no transcurre realmente de la forma que creemos; los metros no son una medida exacta; las matemáticas nunca han sido una ciencia para nosotros y los años duran 365 días sólo si nosotros aprovechamos al menos un segundo diario como un algo que recordar.

Cuando era pequeña; una vez en el colegio me describieron identificándome con un astronauta, "porque siempre estaba en las nubes". Supongo que por eso no vivo en tu mismo mundo, pero entre tu y yo nunca ha habido ningún tipo de frontera real.

Nunca ha existido distancia entre nuestros cuerpos, hemos pisado la distancia entre nuestras bocas; y nuestras miradas han chocado tan fuerte, que la distancia no llega ni al click necesario para una nueva comunicación.

Al final lo único que nos separa es lo mismo que nos une: nuestros dedos, a tan escasos milímetros que están siempre a punto de rozarse.

Esta noche soñare una vez más con tus labios besándome, soñaré de nuevo con la cara de niño que pones cuando escribes cada palabra para mí. Cuando intentas hacerme el amor con palabras. Cuando me haces suspirar con un abecedario inventado.

Aunque esta vez sea yo la que te escribo con un único deseo infantil: que sonrías esta noche al saber que inundarás mis sueños una y mil noches enteras. Aunque esta vez sea yo quien te diga que no es necesario que olvidemos todo ni que lo recordemos eternamente.

A sólo una hora de avión. A un encuentro inevitable. A una cita inesperada. La distancia no la da un adios. Los momentos a recordar no existen por la cercanía. Y las palabras a veces valen tanto como parecen.



domingo, 14 de septiembre de 2008

LOS AGUJEROS NEGROS



Es importante para explicar lo extraño de mi planeta, el poder conocer la multitud de accidentes geográficos que en él se encuentran.

Si tuviéramos que citar eso mismo, aplicado al mundo real; encontraríamos cabos, mesetas, bahías, sistemas montañosos y un sinfín de etcéteras diferentes.

No obstante, estoy convencida de que en ningún sistema que se precie de serlo existen tantos agujeros negros como en mi planeta. Agujeros negros del recuerdo selectivo y del olvido trascendente; agujeros negros que provocan las más extrañas caídas al vacío; desapariciones increíbles y despedidas sin sentido; o adioses eternos sin ningún tipo de muerte anunciada.


Creo que lo peor de mi planeta es eso: los desencuentros. Los finales sin perdices, el silencio del teléfono, en paso de las horas, la espera del minuto siguiente.


Nunca sé , a pesar de las múltiples teorías, porque las épocas se acaban sin avisar.

Está la teoría de haber empezado demasiado deprisa, y pedirle frutos a los árboles cuando éstos apenas habían florecido.

Está la teoría de que en un planeta como el mío no puede haber este tipo de estaciones; y luego estoy yo; sin teoría de ningún tipo y sin querer creer lo evidente: que una época siempre tiene un fin, incluso cuando no ha tenido un principio.


Y todo esto para decir que mi planeta necesitaba una nueva temporada, necesitaba una segunda historia, necesitaba un amuleto de azabache para poder sobrevivir una constelación más.


Pero te has ido sin un adios, sin una noticia, sin una verdad. Y un vendaval aquí hubiese sido más acertado para que al menos pudiera acabar odiando esa nueva temporada oscura, muy oscura.

Es lo que tienen los agujeros negros, simplemente en ellos, desapareces.


No suelo escribir cartas, ni peticiones, y menos a tí; que eres tan nuevo en mi vida; que has entrado sin pedir permiso y te has metido en mi planeta como si tu mundo hubiese sido siempre tan extraño como el mío.


Por eso sigo otra vez pensando en libretas del cole, aunque escriba a ordenador. Por eso sé que yo habré muerto como autora al terminar esta carta; por eso sé que estas palabras serán tuyas cuando las leas; por eso no entiendo, niño, por qué persigues un final.


Probablemente esto se sobreentienda demasiado y probablemente yo siga siendo una imbecil que escribe cosas que nunca debería decir.


Tal vez tuve razón desde el principio, y las coincidencias en mi planeta solo pueden ser provocadas. Tal vez regreses, y aún no sea demasiado tarde.


Y sentir no es poco. Precisamente por eso se que mi planeta extraño se transforma con el agujero negro que tú has elegido y has adoptado.

Por eso sé que quiero imaginar una vez más tu mirada oscura. Por eso sé que aún quiero esperarte un poco más.

Porque no entiendo si ha sido mi impaciencia la que te obligó a sumergirte en senderos prohibidos. Porque no se si es suficiente que te espere, o si es que tú necesitas un final.


Yo me quedo con sentir. En mi planeta extraño. Con tu mirada oscura. Solo un poco más.

MI EXTRAÑO PLANETA

Mi planeta se rige por temporadas. Como la recogida de las olivas o la vendimia, donde un aluvión de gente como caída del cielo coincide en el mismo lugar y juega la misma partida de cartas.
En un planeta extraño como el mío, hay temporadas dónde la cosecha es buena o mala; dónde la marea trae perlas o bolsas vacías; dónde los sueños son del subconsciente o de un hiperrealismo exagerado.

Y aqui estoy, pensando en un cuaderno del cole y escribiendo al más puro estilo tecnológico en un solitario ordenador.

Mi planeta no se rige por el sistema horario de Greenwich; no está dirigido por una fuerza suprema que no pueda entender.

Mi planeta es así: extraño y original; y algo fuera de lo común por confluencias de seres con caminos tan diferentes, que hacen que el punto de convergencia, sea una coma, o un paralelismo que nunca llega a tocarse.

Mi planeta es así, con coincidencias extrañas, y choques de tristeza en las miradas; con leyes de dudoso cumplimiento y obligada realidad; con llantos ahogados y risas estruendosas; con uniones imperfectas; con toneladas de sol.

Mi planeta se rige por temporadas: la siembra, la caza, la recogida, la temporada hivernal...
Y es difícil hablar sobre lo que tú pintas en mi planeta, sin inventarse una temporada nueva que han creado tus ojos oscuros; oscuros casi negros; casi del azabache de las joyerías típicas de tu Compostela.

Y mi extraño planeta sigue así, intentando alargar temporadas nuevas, y hacer los sueños conscientes. Intentando crear puntos y coma dónde antes había un aparte.

Dándome cuenta de que cosas como ésta solo las entenderás tú, y viendo que ésto no puede formar parte de mi libro aún, si tú no me lo pides. Si tú no haces que haya una segunda página. Si tú no me ofreces nuevas historias que contar.

Hoy mi planeta amanece con rincones nuevos, ofreciendo una puerta para explorar cuento inéditos; para vivir las mil y una noches de esta nueva temporada; para darme cuenta de que hay cosas que nunca debería decir.

Pero así es un planeta extraño: con interrogantes, con puntos y aparte, con admiraciones y un sinfín de puntos suspensivos. Con tu mirada oscura, muy oscura, de tu extraño planeta azabache; con el fluir de las palabras sin la impaciencia de los conceptos; con puntuaciones marcadas para editar libros sin finales.

Con cosas que nunca debería escribir, y aún así, se que sólo entenderás tú.