sábado, 25 de octubre de 2008

EL TIEMPO


El paso del tiempo es complicado. Unos lo ven tan sólo como una aguja de un reloj que transcurre siempre con la misma velocidad y la misma cadencia.


Yo lo veo con la impaciencia que me da los minutos que paso sin verte. Es difícil ver como un minuto dura tanto cuando duermo sola esperando que pasen los días que faltan para la próxima cita, a la vez que es difícil ver lo poco que duran las horas cuando viajo agarrada a tu cintura.

Se que ha pasado poco tiempo; se que te sonará raro si te digo que te quiero. Se que es imposible a estas alturas no quererte. Se que merece la pena que espere unos minutos más, aunque me tarden una semana.

No voy a verte proximamente, y eso desde luego no es un encuentro anunciado. Tampoco es una despedida aunque yo llevo desde que te conozco con el fantasma de tu adios. Y no es justo para ninguno de los dos el que yo no sepa asumir que estoy enamorada de ti; y por eso me entren ganas de llorar al recordar tus besos, y esté pasando los días más insoportables, cuando debía de ser feliz y mirar esto con optimismo.


Pero yo no se si tu me quieres, solo se que querías ir despacio, que no querías nada serio. Solo se que por muchas chaquetas que deje en tu coche no voy a conseguir que tu pienses en mi todo el día.


Y yo no puedo más; necesito saber algo; necesito una respuesta; y al mismo tiempo la temo. Porque quizas tu respuesta no será lo que yo necesito oír de tus labios, porque tal vez para ti yo solo sea una amiga que se abraza a ti en cuando sale la luna. Porque ya no se que puedo o que no puedo hacer; porque no se si debo de ser completamente sincera y reconocerte que en realidad ya no puedo vivir sin tí, o no se si debo hacerme la colega y hablarte del circuito de motos de Cheste, o de tu examen del martes, o de nuestra amiga imaginaria.....para que así no te aleje el que yo lo quiera todo a la vez.


Es tan difícil decirte que te quiero, que no se ni decirlo ni hacértelo saber. Aunque quizás tu ya lo sepas, y no quieras verme para no hacerme daño. Aunque tu sepas que no me quieres y todo esto no signifique nada. Yo aún así ahora mismo te quiero, y no puedo pensar en algo que no seas tu día y noche. Por eso hace dos semanas que solo duermo si estoy contigo, y aún teniéndote tan cerca sigue siendo constante ese dolor profundo que me impide disfrutar de tu mirada.


No se si el tiempo será lo que a mi me de esa respuesta que añoro; o no se si el tiempo será el encargado de curar la herida que me da miedo que dejes. La unica realidad es que siempre veo el reloj en mi contra.

lunes, 13 de octubre de 2008

LA PLAZA DE LA CONSTITUCIÓN


Uno de mis lugares favoritos de Vigo es la plaza de la Constitución; con sus acordeonistas pesados que repiten constantemente la misma canción; con la misma yonqui de todos los días que viene a mi lado a tiro fijo sabiendo que obtendrá un par de monedas; con las palomas que tiran los cafes al suelo intentando comerse las galletas; con el bullicio de la misma gente de siempre, y con los acentos extraños de los turistas del trasatlántico de turno.


Me siento en Soportales al mediodía mientras garabateo en la misma libreta, y escucho música, fumo un pitillo, miro a mi alrededor, o simplemente examino el móvil esperando que el camarero argentino me traiga un cafe cortado.


Lo mismo todos los mediodías; una buena costumbre, supongo; una costumbre que disfruto saboreando el rato de soledad que me queda hasta que llegue Laurita.


Una de las cosas más imprescindibles en estos momentos es la total abstracción a la que logro llegar; saboreando cada momento del día que ha pasado e imaginando los momentos que aún quedan por pasar hoy.


Soñando despierta como una niña que imagina como será su vida adulta; y sorprendiéndome cada vez más porque hace tiempo que esa etapa ha llegado, y yo sigo siendo una niña en ese extraño universo que he ido creando año trás año, con mis pequeñas locuras y manías, y una particular forma de ver un mundo que nunca logre comprender.


Y así desde Soportales sigo mirando el ático de la zona vieja dónde me encantaría vivir; sigo sonriendo al recordar noches vibrantes en los bares de la zona; sigo rebuscando en mi memoria intentando recordar qué rincones eran hace 15 años mi discoteca particular; y mientras tanto la vida pasa a mi alrededor sin las prisas características de una ciudad que continúa creyéndose Madrid.