lunes, 13 de octubre de 2008

LA PLAZA DE LA CONSTITUCIÓN


Uno de mis lugares favoritos de Vigo es la plaza de la Constitución; con sus acordeonistas pesados que repiten constantemente la misma canción; con la misma yonqui de todos los días que viene a mi lado a tiro fijo sabiendo que obtendrá un par de monedas; con las palomas que tiran los cafes al suelo intentando comerse las galletas; con el bullicio de la misma gente de siempre, y con los acentos extraños de los turistas del trasatlántico de turno.


Me siento en Soportales al mediodía mientras garabateo en la misma libreta, y escucho música, fumo un pitillo, miro a mi alrededor, o simplemente examino el móvil esperando que el camarero argentino me traiga un cafe cortado.


Lo mismo todos los mediodías; una buena costumbre, supongo; una costumbre que disfruto saboreando el rato de soledad que me queda hasta que llegue Laurita.


Una de las cosas más imprescindibles en estos momentos es la total abstracción a la que logro llegar; saboreando cada momento del día que ha pasado e imaginando los momentos que aún quedan por pasar hoy.


Soñando despierta como una niña que imagina como será su vida adulta; y sorprendiéndome cada vez más porque hace tiempo que esa etapa ha llegado, y yo sigo siendo una niña en ese extraño universo que he ido creando año trás año, con mis pequeñas locuras y manías, y una particular forma de ver un mundo que nunca logre comprender.


Y así desde Soportales sigo mirando el ático de la zona vieja dónde me encantaría vivir; sigo sonriendo al recordar noches vibrantes en los bares de la zona; sigo rebuscando en mi memoria intentando recordar qué rincones eran hace 15 años mi discoteca particular; y mientras tanto la vida pasa a mi alrededor sin las prisas características de una ciudad que continúa creyéndose Madrid.

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