martes, 25 de noviembre de 2008


"Recupero del pozo del recuerdo una de las historias más bonitas que he vivido, uno de los momentos más bellos que he tenido, uno de los amores más sinceros y más libres que he sentido. Tal vez ahora no serían los mismos nombres, ni los mismos instantes; tal vez mañana sienta el deseo en alguna otra habitación"




La habitación del deseo olía a ti; olía a ti empañado de sudor. Olía a los besos que me regalabas, y olía a tus manos sujetando mi cabello conformando un recogido perfecto.
Yo con millones de horquillas y nunca lograba terminar de peinarme de la misma forma.

La habitación del deseo era cualquiera dónde tu paseases tu pelo desordenado, dónde tu tocases una canción de Manu Chao con tu guitarra o donde te rieses cantando un tango con el aroma de tu seducción inacabable, de tus ritmicas palpitaciones, o tan solo de tu respiración.

Sabías siempre como decorar ese cuarto, a veces con dulzura, y a veces con impaciencia, pero siempre con lo que más te caracterizó; con una ternura que me hacía sentir única y deseada, única y empapada en tus palabras, única y siempre tuya, un día y otro, y otro más.

Al principio, nunca consideré el darle nombre a ninguna estancia de la casa, hasta que te conocí y formaste parte de ella. Una parte importante, que contaba historias, repartía anecdotas, y sonreía diciendome que tenía entradas para un concierto. Lo hacías para chincharme, y al final confesabas que una entrada siempre era para mi. Entonces los cuartos adquirían vida propia, y se convertían en la habitación de la risa, en la habitación de la pasión, en la habitación del arte, de los sueños, y siempre siempre en la habitación del deseo.

Lo que más recuerdo de ti eran los reencuentros. Cuando volvía tras el verano, y quedabamos en el Manhattan. Cuando me abrazabas y me decías “Niña, creí que ibas a abandonarme esta vez”.

Dio igual siempre lo que nos hubiera pasado, las pasiones que hubiesemos compartido, los besos que nosotros hubiésemos olvidado. Era como volver a empezar a tener algo demasiado importante como para definir. Y ahora veo que son demasiadas cosas, y demasiados detalles tuyos en mi memoria como para poder describirlos aquí. A veces, cosas sin importancia, a veces destellos imborrables, a veces, David, momentos tan perfectos que ni en mil años seríamos capaces de reproducir. Tu mirada al amanecer, la forma de deshacerte de mi ropa, la dulzura al bailar, los besos tras hacer el amor, la complicidad ante el resto del mundo, la plaza, el banco, la discoteca del concierto, tu sudor, mis quejidos, tu aroma, el susurro suave de tus canciones, las letras que solo me tocabas a mi….no, no puedo , no quiero seguir.

Y es que debo confesarte que nunca más me he atrevido a ponerle nombre a ninguna estancia.

Me cuesta escribirte esta carta para decirte por primera vez que te quiero, y que siempre te he querido. Que las cosas, David, no pasan porque si.

Se que yo he sido la que se ha marchado y siento no haber podido enviarte una señal, algo que te hiciese pensar que seguías en mi mente. Algo que se que buscaste por todas partes, y yo no te supe dar. Y el destino me envió a un cuarto sin sonrisas, y sin deseo. En definitiva, a un cuarto sin ti. Y voluntariamente; si es que a veces peco de tonta.

Puede que nunca leas esto, puede que tan siquiera lo envie, y puede que esto solo sea una historia con un final abierto, o que nosotros lo hayamos cerrado hace mucho. Quizás no siempre queden cenizas dónde hubo llamaradas hace tanto. Quizás se haya cerrado la puerta de acceso a aquella habitación. Y tal vez en ese piso ya nadie bautice las estancias.

¿Recuerdas la forma tan tonta de conocernos? Un banco en la plaza roja y una cita a ciegas. Y desde ese momento creí a pies juntillas lo que contaban los libros de las grandes pasiones…hubiésemos sido Romeo y Julieta, tal vez sin suicidio final.

Sentado en el banco con el pelo revuelto, esperando que llegase tu momento. Mi mente no llega a poder contar las anecdotas de un modo lineal, con su principio, nudo y desenlace. Recuerdo momentos, flashes en mi mente, recuerdo las forma de tus manos, tu voz, tus silencios, tu respiración.

Una cita a ciegas, e inseparables, y quien lo iba a decir. Al final creando tuneles perfectos, escaleras de colores brillantes como tus ojos. Y escondiendonos en el universo paralelo de las habitaciones con vida propia.

La habitación del deseo es para mi la frase de esta semana. La frase por la que debe comenzar esta historia con final abierto. La habitación del deseo es una invención, un cuarto inexistente, o quizás un cuarto que se ubica en cualquier lugar.

La habitación del deseo, David, solo existe si estás aquí.

No hay comentarios: