martes, 25 de noviembre de 2008






La vida es como una noria; que ayer giraba todavía más deprisa que hoy dejándome unas veces abajo y otras veces arriba, viéndolo todo desde un techo plagado de estrellas brillantes, o cayendo al vacío en picado sin ningún tipo de arnés de seguridad.






La vida es como una partida de póker. Puedes empezar con una mano de escalera de color y acabar perdiéndolo todo por no saber asumir que dobles parejas sin ningún reconocimiento han sido sólo un farol que no has defendido con la suficiente maestría. Y la suerte es vital, o no tiene nada que ver. La eterna pregunta: ¿son más importantes las cartas o la habilidad para derrotar al contrincante?.






La vida es como un zig-zag, con momentos tan bajos que recuerdan a sentimientos sumergidos, y con puntos tan extremadamente álgidos, que ni todo el dinero del mundo podrían llegar a pagar.






El amor es como la vida, y si enamorarse es el punto álgido; supongo que el no saber si lo estás o si te corresponden es la derrota más amarga que te puedas encontrar.






Y gira la noria y te deja flotando un instante en el cielo; y gira la noria y te arrastra hacia el subterráneo causando el miedo más atroz y terrible. El miedo inexplicable de problemas sin solución que a veces sólo existen en tu cabeza. El miedo diario de una lucha interna que no conoce ningún tipo de final definido.






Supongo que uno de mis terrores preferidos es el conformismo. Me derrota por no saber ser feliz con lo que tengo y seguir deseando la utopía de lo extraordinario, de lo sublime, de lo perfecto; sabiendo que casi nada lo es. Me derrota por verme derrotada y acabar aceptando un futuro que no me he imaginado aún.






La vida es como el amor: un juego en el que todos tenemos el mismo número de cartas, y es el instinto o reflexión lo que nos enseña a jugarnoslo todo, o a saber retirarse a tiempo.






La vida es como el amor, donde ha llegado otro día a mi presente, dónde soy incapaz de vivirlo sin imaginar un futuro o temer un pasado; sin imaginar tus labios en mi cuello o temer que la mujer en la que me he convertido no sea suficiente esta vez; sin imaginarme como la mujer de tu vida o temer ser la ratita presumida que ya no puede sorprenderte más.






Me derrota que una habitación del deseo no sea suficiente; me derrota no poderle poner un nombre a lo que siento y no puedo explicar. Me derrota no poder explicarlo, porque sonaría demasiado poco sutil. Me derrota la ausencia de palabras, de hechos, de circunstancias.



Me derrota necesitar que seas tu quien me ayude a bautizar algo nuevo que yo espero que forme parte del futuro, aunque aún no sepa vivirlo; tal vez porque aún no se nombrarlo, porque tu no sabes definirlo, porque una noche, porque dos días, porque mil horas no acostumbran a llenar ninguna maleta de salida.






La vida es como una noria, dónde lo único seguro es el movimiento; dónde lo único factible es el vivir cada instante como si fuese el último; dónde los instantes sin aliento son los que cuentan, donde afortunadamente las medidas no son sólo el número de veces que respiramos.






La vida es una sucesión de instantes, personas, miradas, y caricias que nos marcan; que nos destruyen o nos enaltecen, que nos suben o nos bajan a velocidades indescriptibles. Y gira la noria, y continúa la partida. Con derrotas reflexivas o aciertos instintivos.






Con instantes que me marcan, y no puedo definir.









No hay comentarios: